Muestro lo que percibo...

Muestro lo que percibo...

miércoles, 28 de abril de 2010

Apariciones 1

UNO
La larga carretera entre San Felipe y San Pablo era angosta y monótona. Sobre todo a las 2 de la madrugada después de la larga jornada en el bowling, sirviendo en el bar y vigilando ruidosos adolescentes.
La noche era clara, con la típica luna llena de las películas de horror: redonda, brillante, oculta parcial y esporádicamente por una nube traslucida. Mientras rodaba hacia su destino, el auto hacia el único ruido que sonaba a civilización.
Si bien no era la primera vez que manejaba por allá, Robertó extrañó la presecencia de un letrero de señalización que advertía las curvas más adelante del sector conocido como Jaime. Esto le distrajo brevemente del camino. Su compañero Pepe se había quedado dormido. “Valiente copiloto”, pensó Roberto. Pero que más da, sólo los ojos del conductor son los que valen, a la hora de esquivar un hueco o un animal en la vía.
` Ni animal, ni en la via. “¿Qué es esa vaina?” Roberto pensó todo esto en menos de un segundo, auqne la luz que surcó el cielo en ese momento, tardó unos 4 o 5 segundos en pasar a la altura del borde superior del parabrisas y perderse del otro lado de la montaña.
Como si hubiera oído sus pensamientos, Pepe despertó sobresaltado y le preguntó:
 Roberto, ¿Viste eso? Que sería un cometa?
 ¡Que cometa ni que nada, esa cosa despedía fuego por todos lados!, - exclamo Roberto,
 No vale, estuviera prendido el monte, o se viera humo…
 Te digo que estaba encendido en llamas. Además, tu no viste nada, venías dormido!
 ¿No crees que valga la pena investigar? - Le preguntó Pepe a Roberto.
 ¿Te volviste loco? Yo sigo para mi casa, sin detenerme. Te dejó en la entrada de tu casa porque no te puedo lanzar con el carro rodando…
 Gracias querido amigo, - le dijo Pepe con tono irónico.
Y siguieron rodando. Pero la carretera seguía su curso, sin que las entradas de los pueblos y caseríos de la zona aparecieran cuando se suponía. Ya habían pasado más de 15 minutos desde el avistamiento de la luz y no llegaban a San Pablo.
` Roberto se empezó a preocupar. Queria llegar a casa, pero extrañamente el cansancio había desaparecido. Pepe por su parte, miraba hacia la noche, como tratando de descubrir que rastro había dejado la misteriosa luz tras su paso.
De repente, sin motivo aparente, el motor del auto se detuvo. Aunque las luces seguían encendidas, era como si se hubiera decidido a dejar de funcionar y solo por inercia, el auto rodó unos cuantos metros, hasta que se detuvo sin ruido.
 ¿Y ahora que? - Exclamó Roberto como reclamándole al auto su súbita pereza.
 Nos bajamos del carro y exploramos que era esa luz, - dijo animado Pepe.
Como para evitar que lo detuviera Roberto, Pepe bajó rápidamente del auto y comenzó a caminar por delante del haz de luz de los reflectores. Cuando se había perdido de vista, Roberto escuchó un grito pavoroso, en la dirección en la cual se había alejado Pepe.
Roberto se bajó también y fue corriendo hasta donde suponía que estaba Pepe. Lo encontró tendido en el pavimento, bocarriba y con los ojos abiertos. Parecía ver hacia las estrellas. Roberto lo llamaba desesperado, pero Pepe no le contestaba. Tenia pulso, estaba vivo sin duda, pero totalmente rígido y silencioso.
La ansiedad comenzó a apoderarse de Roberto. “¿Que hago?”, - se preguntaba. Pensó en mover a Pepe hasta el auto, dejarlo allí y caminar para pedir ayuda. Pero en ese momento escuchó la voz de Pepe que le decía: “Tranquilo, en unos minutos estoy de vuelta”.
¿Cómo era posible? ¿De vuelta de qué? ¿De dónde? El Pepe estaba tirado en el suelo, rígido, sin habla, ¡¿Cómo le iba a escuchar?!.
“Estoy en tu mente”, le dijo Pepe. “O mejor dicho, comunicándome directamente contigo desde mi pensamiento hasta el tuyo”.
“¡Ahora si me volvÍ loco, o se volvió loco este Pepe!”, pensó Roberto.
“No es una locura, es una forma más avanzada de comunicación que estos seres de luz me han enseñado”.
“¿Qué seres?” preguntó en su mente Roberto, quien comenzaba a asombrarse de lo rápido y fácil que era comunicarse de esta manera.
“Los seres que provienen de la luz que vimos hace menos de media hora, según nuestro tiempo”, le dijo Pepe.
Pepe comenzó a decirle que esa luz había transportado hasta ese momento y lugar, a tres seres de una dimensión superior, quienes están tratando de enseñarnos a nosotros, seres de esta dimensión, a desarrollar nuevas formas de vida, más evolucionadas.
Roberto cuestionó inmediatamente las expresiones: “otra dimensión superior”, “evolución”… le sonaba a esos libros de auto ayuda que leia su madre y que a él le parecían perder el tiempo y el dinero tratando de ser lo que no se era.
Sin embargo, la fuerza con la que percibía estas ideas, supuestamente transmitidas por Pepe, no le dejaban lugar ni para cuestionar, ni para pensar en otra cosa.
De repente, y sin darse cuenta, Pepe estaba a su lado de pie y con una sonrisa en su rostro que Roberto nunca le había visto antes.
“Esto es sorprendente”, pensaba Pepe y Roberto percibía en su mente. “Imagínate podernos comunicar sin usar papel, o líneas telefónicas o internet. ¿Podremos comunicarnos con cualquiera o a cualquier distancia? Ya probamos estando cerca y colocndo ideas desde mi cabeza hacía la tuya Roberto, ahora intenta tu decirme algo”.
Pepe le transmitía muchas ideas que Roberto no podía procesar. Parecía que su compañero poseía una velocidad mental mil veces mayor a la de él. Como si le dijera miles de palabras por minuto que le hacían imposible entender las ideas, pues no había terminado de escuchar una cuando la otra ya iba por la mitad.
Roberto se sentía atemorizado por esta situación. No entendía por que les estaba ocurriendo esto a ellos. Qué circunstancia o designio superior les había llevado a avistar esa luz y a Pepe a caer en aquel trance loco, que no solo le afectaba a él sino a ambos.
En un momento, sin saber por qué, Roberto se sintió paralizado, rígida. No logró articular palabra ni gritar. Simplemente, se dejó caer en el asfalto. Sintió el frio de la noche, la luz de las estrellas quemándole las pupilas, y miles de ideas surcándole la mente, como una película en alta velocidad, donde de repente un objeto aparece y reaparece a metros de distancia, sin que nadie le mueva.
La cara de Pepe fue visible, y pudo escuchar su voz a una velocidad normal. El resto del paisaje estaba como detenido, las nubes frente a la luna, las hojas de los arboles quietas. Solo podía comprender que estaba allí para recibir un mensaje, sin cuestionamientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario