Muestro lo que percibo...

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sábado, 29 de mayo de 2010

¿Vértigo?

Marzo 1990. 9 pm. El ascensor se detuvo. Se abrieron las puertas y salimos los 7, uno por uno. Al fín, pensé. Estábamos en “Windows of the World”. Entregamos los abrigos y me detuvimos a observar. Las luces de la ciudad se veían a través de los enormes ventanales que circundaban el lugar. La iluminación del salón era tenue, como consciente de que lo más importante a ser visto, estaba fuera. Pensé que el restaurante era sólo una excusa para poder sentarse por horas, a contemplar la ciudad, la bahía, los ríos que flanquean la isla. A presenciar la energía de Manhattan. El grupo, cinco ejecutivos de Maraven, un colega y yo, fuimos escoltados hacia la mesa que reservé. Nuestra mesa, alejada del ventanal, nos ofrecía una vista panorámica del paisaje externo e interno. Gentes de todas partes del mundo, a juzgar por sus facciones o por la musicalidad de variados acentos que podía captar. Los mesoneros se desplazaban, en una coreografía eficiente. La gente de Maraven, contrario a mis expectativas, no me comentaban nada o lo hacían entre ellos, por lo bajo. Al estar sentados, les agradecí por aceptar la invitación y dije que esperaba que les agradara el sitio. Losetto, el ejecutivo de más edad, me miró angustiado. Los demás lo notaron y se echaron a reír. Oviol, jefe de todos ellos me aseguró, en su acento marabino refinado, que era una excelente elección, y que algunos de ellos estarían más a gusto si dejaran de pensar en las escaleras de emergencia.

lección de masoterapia inversa

Sonaba música suave. Dani yacía boca abajo sobre la colchoneta tibia y mullida, ubicada en el piso. Su cuerpo descubierto, excepto por una toalla a la altura de los glúteos, estaba totalmente relajado, pero expectante a las sensaciones que le aguardaban. Michel le atendería como en las últimas seis ocasiones. Descalza y sigilosa, Michel entró al recinto en penumbras, se arrodilló frente a Dani, impregnó sus manos en esencia de lavanda, y comenzó lentamente a esparcirla por la espalda de su cliente, de abajo hacia arriba. Las manos de Michel recorrían la espalda, paralelamente a la columna vertebral, haciendo una lígera presión al inicio de la zona lumbar. Seguía el recorrido dorsal, cervical varias veces para calentar y aflojar todos los músculos y ligamentos. Con su pulgar derecho, Michel rodeó el omóplato derecho de Dani, luego el izquierdo, para liberar la tensión de los romboides. Los músculos de la rabia, según la medicina china. Dani, más relajado, casi dormido, no sintió cuando los pulgares de Michel se deslizaron hacia sus hombros, presionando fuerte los trapecios, el tiempo suficiente para cortar la irrigación sanguínea hacía su cerebro. Dani no sintió dolor. De hecho, su expresión sería de placidés por toda la eternidad. Alias Michel se incorporó y salió de la cabina tan calladamente como entró. Abandonó el spa sin ser vista. Había cumplido con un contrato más.